miércoles, 30 de mayo de 2007

"Y qué quieres que haga yo por ti, si no puedo hacer aveces ni siquiera algo por mí"

Probablemente en unos años lamente no haberme dedicado a cosas más relevantes que andar en un círculo vicioso de estados depresivos, divagaciones esquizoides y encuentros sexuales no satisfactorios. Aveces, algunas personas que conozco se molestan por mi falta de decisión, porque no tomo posturas para el cambio ni continuo con lo que he empezado bien, y bueno, a estas personas también me uno yo, y "me doy con palo", me molesto conmigo mismo y al ver que no encuentro soluciones vuelvo a caer en la enfermedad: Mi piel se llena de llagas, duermo todo el día, no tengo apetito y me considero el ser más ajeno del mundo.
He llegado a inventar discursos para enorgullecerme de mi desesperanza (como Cioran), pero lamentablemente no soy así, mis vicios son de otro tipo y mis obsesiones van por otro lado...

El otro día, un anciano al que en la vida pensé conocer, me saco un poco de mi estado mórbido. Las cosas sucedieron más o menos así: Yo tenía una lámina muy grande que había traido de un viaje, en ella aparecía Ella Fitzgerald cantando en un club mientras que Duke Ellington la observaba sentado. La foto era bonita, muy sensual, dotada de una luz sutil, me gustaba no lo puedo negar, tal vez por eso decidí hacerla encuadrar y ponerle un vidrio encima; sin embargo, luego de unos días y por una estupidez rompí el vidrio, fue así que decidí llevar el cuadro a un vidriero de la vuelta de mi casa. Quedé con que el señor debía traer el cuadro al día siguiente, pero nunca apareció, entonces decidí acercarme personalmente.
El anciano me esperaba muy nervioso, no me miraba y me decía: "ay joven, ha pasado algo, cómo le digo?...", demoro unos minutos así y me resulto extraño, luego dijo: "No sé que decirle, estoy tan avergonzado... ayer salí de mi taller llevando la lámina, el vidrio cortado y la base de madera, todo bajo mi brazo, andaba pensando en unir todo una vez que llegase a mi casa; pero cuando llegué, no estaba la lámina... (silencio), no sé que paso, la había colocado muy bien antes de salir, pero... debe haberse caído... estoy muy avergonzado, le puedo pagar el precio de la lámina, tal vez no pueda reponer el valor sentimental que tenía en ella pero al menos quisiera que me diga cuánto costaba". Me quedé callado por unos segundos (lo que creo que acrecentaba el temor del señor), luego le dije que no se preocupara, que de nada iba a servir el dinero porque no iba a poder conseguir la lámina tan fácilmente... "estas cosas suelen pasar, aveces uno toma todas las precauciones del caso y las cosas salen de nuestras manos"
Él continuó: "No dormí toda la noche, hablé con mi esposa sobre lo que había pasado y la preocupación no nos dejo dormir"
Entonces, como si las palabras salieran de lo más humano que tengo, le dije que ya era suficiente de preocupación, que olvidará lo que había pasado pero que al menos la experiencia le sirviera para otra situación. Creo que por primera vez en mi vida, me puse (en todo sentido) en el lugar de otro. Experimenté su ansiedad, su verguenza, su miedo. Absurdamente lamenté más mi posición demandante que la suya... como si fuera conciente de la mala pasada del destino, creyendo en aquello que no depende de nosotros.
La lámina fue un pretexto, una hoja de papel que se perdió por alguna avenida entre un taller y una casa. Dejé de lado mi soledad, recordé que hay otros que andan por ahí, moviéndose, peocupándose como yo...

2 comentarios:

tácito dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
tácito dijo...

pequé de ingenuo