sábado, 29 de noviembre de 2008



Acuérdate de la parábola bíblica de las Vírgenes Necias y Las Vírgenes Prudentes: las Vírgenes Necias apagan las candelas y se echan a dormir, y sus amantes pasan sin conocer su casa porque no hay luces encendidas; las Vírgenes Prudentes esperan cada noche con las velas prendidas, hasta que un buen día pasan sus amantes, reconocen su casa, y se enamoran de por vida. Es una parábola, un cuento, pero tiene corazón...

lunes, 24 de noviembre de 2008

Refugio en la fantasía

Él es irónico, me ve y parece que sabe algo de mí, algo que le causa gracia... cruza la calle muy sonriente y me da un abrazo. Yo lo recibo casi dormido, con la vida a tientas pero muy feliz... huele a cigarro y su camisa es extraña, como si fuese de viento... Creo que nada me hace estar más presente...

De pronto, abro los ojos y veo su cuello, todo está tan desenfocado por su cercanía, los rayos de sol se filtran por su piel y sus cabellos son tenues, de múltiples colores... todo brilla, pero no me enceguese.

La imagen se repite varias veces y ya no distingo muy bien quién es quién al darnos el abrazo, aveces veo mi propio cuello o mis propios cabellos, o aveces él espera al lado de la calle, con la mirada triste. Yo no tolero que sufra, quiero aliviarlo, pero no sé cómo, sólo me queda callar ante lo que desconozco.

viernes, 21 de noviembre de 2008

Y también los hay jóvenes, inteligentes y hermosos...

qué jodida forma de herirte el narcisismo


Pero ten calma, querido Rocamadour

ya dejaste el claro oscuro...

viernes, 7 de noviembre de 2008

Cuerpo dividido

Si la mitad de mi cuerpo sonríe
La otra mitad se llena de tristeza
Y misteriosas escamas de pescado
Suceden a mis cabellos.
Sonrío y lloro
Sin saber si son mis brazos
O mis piernas las que lloran o sonríen
Sin saber si es mi cabeza
Mi corazón o mi glande
El que decide mi sonrisa
O mi tristeza.
Azul como los peces
Me muevo en aguas turbias o brillantes
Sin preguntarme por qué
Simplemente sollozo
Mientras sonrío y sonrío
Mientras sollozo

Jorge Eduardo Eielson, Noche Oscura del cuerpo