La faja hedónica de la modernidad

El hi5 es un fenómeno contemporáneo que ya tiene varios años en el medio, tiempo en el cual se han producido diversos cambios en la forma de relacionarse y conocer personas con nuevos códigos de socialización o desenvolvimiento grupal. Una amiga me comentaba hace poco: “el hi5 es mejor que la RENIEC” y bueno, en parte hay algo de cierto en eso, la cosa se ha vuelto tan masiva que existen pocas personas que todavía no se incluyan en ese gran conglomerado de páginas interpersonales con perfiles y fotografías. Sin embargo, hay ciertos detalles que llaman mi atención, y es que en el hi5 no basta ser y presentarse como tal, tiene que haber algo que certifique que tienes un agregado, algo que otorgue presencia, ya sea para unirte a un grupo social o para diferenciarte del mismo. En el caso de los gays la situación es aún más interesante, ya que dadas sus cualidades de grupo minoritario y hasta marginal, el uso que han sabido darle ha sido mucho más práctico por no decir instrumental. Allí donde uno revisa perfiles, se va topando con diversos cuerpos cada vez mejor presentados. El objeto- sujeto de las diversas fotografías, busca intercambiarse con fines sexuales, tanto vouyerísticos como de relación genital. Así, los cuerpos son baluartes de una capacidad acumulativa que otorga prestigio, además de servir como medio para canalizar impulsos a través de comentarios e imágenes “subidas de tono”.
La palabra “amigo” cambia de significado en este contexto, los amigos son los cuerpos, la belleza y lo externo: la fotografía. Muy pocos pretenden materializar la imagen, se queda como tal, como recurso emergente de necesidades insatisfechas, y es allí donde su significado es importante, ya que probablemente los que están inmersos en este mundo tienen vidas reales y variadas que salen de lo virtual. Sin embargo, la vida en la realidad, no permite un intercambio cada vez más rápido y diverso de cuerpos generadores de deseo. Es decir, la necesidad constante de estimulación visual es llevada a un extremo tal que lo que más importa no es el objeto en sí sino lo que este produce, el placer interminable. Y así, uno se pierde entre tanta fotografía, sumergido entre productos de consumo que van cambiando rápidamente, salen cada vez más nuevos y mejores y a uno ya no le interesa mucho el que vio hace unos minutos porque acaba de encontrar otro con agregados que lo hacen aún más deseable. ¿Cuál es el límite? ¿cómo se siente uno después de tantos cuerpos y rostros bonitos? ¿No es caso una intoxicación de consumo? y ¿cómo afecta eso la percepción de uno mismo?