viernes, 7 de diciembre de 2007

Mis ínsulas extrañas



Da miedo, a veces, encontrarse con que el camino cae a pico y que hay que bajar agarrándose con las uñas de las rocas. En esta circunstancia, no se puede sino aconsejar que a cien metros del suelo se suelten las manos. La caída es deliciosa: el cuerpo se ha hecho permeable; lo atraviesan flores, hojas aromáticas; riachuelos, algas, espuma del mar, hilos de lluvia, cabellos de mujer, copos de nieve. Estos, al fin, se solidifican a su alrededor, para luego estallar tal una granada arrojada con violencia al rostro de la mujer amada, que aparece sonriente tras las trayectorias vertiginosas de los granos rojos.

Emilio Adolfo Westphalen, Amor eterno.

Autechre, Krib.

1 comentario:

Anónimo dijo...

ese video es sencillamente, hermoso!