martes, 30 de octubre de 2007

La culpa

Al escribir esto todavía tengo cierto malestar o incomodidad con lo acontecido, y es que ésta ñorsa, proveniente de aquel género humano tan venido a menos por acción propia y ajena, aquella criatura de melena larga y cortos pensamientos (como diría Schopenhauer), la tan repulsiva proveedora de nuevos especimenes, sí, esta mujer mito, abanderada de la emocionalidad quiso herir mi lado más susceptible de una manera paradójica: cuestionando mi posición de poder en una relación terapéutica. “Tú, has actuado en forma defensiva, has sido agresivo con ellas, porque no puedes tomar una posición intersubjetiva en la que no seas un ‘otro’ con poder, porque las has visto como fuentes que confirmen tu saber y no como personas con otros saberes”, citó a Lacan dando a entender que yo caí en el juego de “sujeto supuesto saber”, que no logré entender el lazo que une a las que solicitan ayuda y al ayudante.
En ese momento, mi lenguaje narro el hecho con otras variables, no fue estrictamente descriptivo, tuvo otras connotaciones y tal vez eso fue lo que ella percibió.
Luego surgen las preguntas de rigor: ¿por qué quiero ayudar?, ¿cómo me siento con esto?, ¿cuáles son mis convicciones? Tal vez sólo quiero transformar mi odio en amor (llámese formación reactiva), en acciones filantrópicas o no sé.
Aguanta un toque, yo no fui agresivo con ellas, al contrario, fui muy cuidadoso y si bien dije algo que pudo haberse entendido de una manera sesgada, luego trate de corregirlo, pero no desde esa estupida (pero también necesaria) posición afectiva, sino desde un plano racional, analizando el término en sí, lo que dije y las atribuciones que ellas hicieron de eso. Mi abordaje fue analítico porque detesto la aberrante imagen de psicóloga buena gente que sonríe y entiende sólo por hacer la finta. Esa mirada siniestra de acompañamiento hipócrita, tan falso como los comentarios de esta profesora: “al relacionarte con ellas, debes aparentar algo, si te invitan, decir que gracias y luego botarlo sin que se den cuenta”, tan evitativo y tan ridículo que es propio de aquellas que no terminan de entender por qué hacen las cosas. Lo más torpe del asunto es que allí se vislumbra la posición de poder encaletada, un narcisismo oculto que genera repulsión. No sé si estoy en lo correcto, pero odio estas circunstancias, mi error fue de aprendizaje, pero de que hubo una búsqueda de chivo expiatorio por parte de esta puta, lo hubo, que se joda ella y sus marranos comentarios del “deber ser”. Mierda.

2 comentarios:

Francisco Joaquín Marro dijo...

eSA PERSONA "proveniente de aquel género humano tan venido a menos por acción propia y ajena" quien se supone que es? Solo puedo colegir que te has peleado con una sicologa y que tienes un serio problema con las mujeres... hmmm...interesante, pero me gustaria saber con quien realmente te estas peleando.

tácito dijo...

Es una larga historia señor Marro, no fue una pelea propiamente dicha y como creo que lo has intuído terminó siendo contra mí mismo. Tengo una misoginia encaletada que emerge cuando no controlo mis impulsos, je... felizmente me percato y juego un poco con eso, además la "pelea" me sirvió para cuestionar varias cosas importantes en un plano profesional, veremos qué pasa...