lunes, 24 de noviembre de 2008

Refugio en la fantasía

Él es irónico, me ve y parece que sabe algo de mí, algo que le causa gracia... cruza la calle muy sonriente y me da un abrazo. Yo lo recibo casi dormido, con la vida a tientas pero muy feliz... huele a cigarro y su camisa es extraña, como si fuese de viento... Creo que nada me hace estar más presente...

De pronto, abro los ojos y veo su cuello, todo está tan desenfocado por su cercanía, los rayos de sol se filtran por su piel y sus cabellos son tenues, de múltiples colores... todo brilla, pero no me enceguese.

La imagen se repite varias veces y ya no distingo muy bien quién es quién al darnos el abrazo, aveces veo mi propio cuello o mis propios cabellos, o aveces él espera al lado de la calle, con la mirada triste. Yo no tolero que sufra, quiero aliviarlo, pero no sé cómo, sólo me queda callar ante lo que desconozco.

1 comentario:

Gio Infante dijo...

La fuerza de la tristeza lo impregna todo. Ese olor a cigarrillo también. Y el abrazo se convierte en fusión. No es abrazo, ya. No lo es.
G.
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