lunes, 11 de agosto de 2008

"Lo que se ama verdaderamente, se ama en la verguenza"




Ayer regresaba tarde de la casa de alguien, no tenía mucha plata (es más sólo tenía una luca con 0.20 en el bolsillo) y tuve que tomar un microbio que me llevaría por todo Benavides hasta llegar a mi casa. Algo inusual los domingos, el micro iba lleno y bueno, tras esperar a uno que otro parroquiano improvisando una cama en el asiento trasero pude sentarme a leer algo... creo que era Georges Bataille, y para variar la lectura me tenía absorbido.

Mis ojos iban de las letras oscuras y pequeñas a algun arbusto en la calle o a transeúntes distraídos que esperaban en algun semáforo. En este trance de pasar de las líneas al concreto, me topé con la mirada de un chico,... señor... o tipo que estaba parado cerca a mi asiento, no estaba nada mal y decidí intercalar la lectura dándole miradas disimuladas de vez en cuando. Tampoco es que haya sido inoportuno o desatinado, él me estaba mirando desde hacía mucho y como que su forma de mirar era extraña, tenía algo de curiosidad ingenua e intención seductora.

Tal vez era una estrategia, no sé, el hecho es que su aire formalesco de nerd muy limpio y bien arreglado me llamó la atención. Tenía el periódico del festival de cine en una mano y otros libros más debajo del brazo. Eso me gustó. Las miradas se sucedieron, decidí tomar cartas en el asunto y lanzé una mirada furiosa, definitiva (de pulsión redimida); él se asustó y volteó su rostro algo avergonzado. Reí mucho por dentro.

"Los ojos y la mueca gozosos de la víctima son la evidencia de la identidad entre el sacrificio y el erotismo, entre la muerte y el orgasmo: la petite mort"

Muy cerca a mi casa, hice como que arreglaba mis cosas, fue a propósito, claro está, un anticipo para medir su valor y también el mío.

Creo que se angustió más, cogió su teléfono y empezó a hablar. No quiero pecar de narciso y creer que fue una llamada falsa, pero algo me dice que fue un último recurso ante la inminente confrontación de mi deseo.

Al levantarme, dio un giro brevísimo, como de ansia, siguio hablando en voz muy baja. El trecho de mi asiento a la puerta (que tiene tan poco de romántico!) se hizó algo largo, especialmente porque tuve que sortear a varias personas más. Pasé por su lado casi sin tocarlo, parecía que no respiraba.

Me bajé de un salto (sonriendo), y lo vi desde la calle, como encerrado, mirándome, preso de sus propias reservas. Algo en mí le dijo gracias... por mucho y por nada.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

y si ese alguien tiene nombre !!!...?!! no hay derecho

Anónimo dijo...

Y qué si ese era yo.
Y qué si ese no era yo pero igual quiero ser él.

tácito dijo...

Tu comentario sería mucho más alentador si no fueses un anónimo... ni yo tampoco

Francisco Joaquín Marro dijo...

la misma historia que todos hemos vivido, eterno miedo y eterno deseo.

tácito dijo...

Aveces, querido Marro, lo que no llega a concretarse es mucho mejor...

Francisco Joaquín Marro dijo...

claro, queda como bonito recuerdo..pero carezco de romanticismo masoquista, no hay como un deseo satisfecho

Cuchío dijo...

una vez tuve algo rapido y paja con alguien... y no hubo nada malo.
pero cuando yo salía del baño, quería q no apareciese, q se haya ido...
y sin tener su número ni mail ni nada.
sentía q se volvía más interesante.
pero no! ahí estaba.. y se lo dije jaja, creo q me malinterpretó.