jueves, 23 de agosto de 2007

La vida es ciervo herido


Recuerdo cómo nos acostamos una mañana diáfana de estas,
cómo apoyaste tu cabeza en mis caderas,
cómo te inclinaste sobre mí,
cómo me abriste la camisa sobre el pecho,
cómo hundiste tu lengua hasta tocar mi corazón desnudo,
y como te estiraste hasta palparme la barba,
y cómo te estiraste hasta abrazarme los pies.

Walt Whitman

1 comentario:

tácito dijo...

¿Qué clase de sueño se ha apoderado de ti?
Cada vez te ensombreces más y no puedes oírme…
Lloré sobre él noche y día
y no permití que lo sepultaran;
tal vez se levantara al oír mi llanto,
estuve siete días y siete noches;
hasta que empezaron a salir gusanos de su nariz;
se había ido, no puedo encontrar consuelo,
vago como un cazador por la llanura…

De La epopeya de Guilgamesh