Él es un músico en decadencia
uno que siempre anhelo más de lo que pudo hacer
que perdió fama, dinero y amigos
con el pasar de los años
Perdió también su lugar en el mundo
Y no hubo más remedio que refugiarse en un símbolo:
la añoranza
Dentro de una casa muy antigua, clavada en el centro de la ciudad
Se dedico a vivir por nada (y por nadie)
Rodeado de pobreza, medallas y polvo...
Se le fue el entusiasmo de tanto esperar
Porque el afán también se agota en una casona vieja
y pasó horas frente al ventilador
pensando y pensando...
Hasta que un día perdió el decir...
“No es que siempre esté triste, no es eso,
es que perdí la esperanza en la felicidad”
.
.
Y se valió de un medio insólito
para no olvidar su cuerpo
para lidiar con ese placer
que busca satisfacerse
aún contra su voluntad
Y así llego hasta mí
como cualquier otro,
y yo fui uno de esos monstruos que le recuerdan que vive,
que aún respira o que tiene sudor.
.
“No pacté esta cita contigo,
él que decidió venir fuiste tú,
el que llamó, se movió y preguntó.
El que ahora está aquí,
y creo que hace mucho calor
y hay algunos sectores de Lima que han de sentirlo más,
ayer lo leí en el periódico…
y dentro de un rato me pongo los pantalones,
¡como odio ponerme pantalones!,
pero debo prepararme para salir
quiero tomarme el tiempo
para abrir las rejas,
guardar al perro,
las llaves se tuercen por el calor,
las cerraduras también”